Violencia obstétrica en las adolescencias: cómo evitar una doble vulneración de derechos

Si bien, en muchos casos se registran avances, mejoras, y un aumento en el cumplimiento y reconocimiento de los derechos de las madres y padres adolescentes, aún persisten situaciones que generan una doble vulneración de sus derechos. Por un lado, la violencia obstétrica. Por el otro, y sumado a ésta, la violencia que reciben las madres y padres por su condición de adolescentes. Se produce así una situación de poder por parte de quien ejerce el rol profesional y del conocimiento por sobre quien tiene el rol de paciente, acrecentada a su vez por la diferencia de edad existente.

Camila, una adolescente que fue madre a los 15 años, nos contó que llevó al primer control a su hija a la semana de haber parido. Durante el parto la joven pudo estar acompañada por Analía, su mamá, quien es para ella una gran referente de cuidado y con quien habíamos trabajado fuertemente en el reconocimiento de sus derechos para evitar situaciones de violencia.

Su madre también la acompañó a la cita para el primer control de su bebé, pero justo en el momento en que el pediatra llamó para que pasaran al consultorio Analía se había ido a solicitar otro turno a la mesa de entrada, por lo que Camila entró sola con la bebé. Como es de costumbre, el pediatra le solicitó a Camila que desvistiera a su hija para realizarle el control. La adolescente nunca había desvestido sola a su bebé, siempre había contado con el acompañamiento de otras personas, ya que ella prefería no hacerlo sola porque no se sentía segura. Tenía miedos y necesitaba aprender. Ante esto, el pediatra asumió que Camila no podría con la maternidad.

Como varios otros profesionales, asoció la maternidad con la adultez. Dio por sentado que una adolescente de 15 años, por el solo hecho de ser madre, debe saber “instintivamente” cómo resolver toda clase de situaciones, y le recriminó verbalmente no poder hacerlo. Camila nos contó entre llantos las formas, palabras y tonos de reto que utilizó el médico para con ella. Resultaron verdaderamente disruptivos y negativos para su reciente maternidad, su autoestima y el vínculo con la bebé.

Esta modalidad reproduce la violencia. En algunos casos consideramos que este accionar de les profesionales es una manera que busca empoderar a las

adolescentes, pero con formas que en definitiva las ponen a prueba, o las apuran en procesos que a cualquier persona pueden poner nerviosa o generarle temor. “Tiene que poder, es la madre.” Así es cómo podemos vincular varios tratos verbales que reciben las adolescentes con situaciones de violencia obstétrica, situaciones de infantilización y/o de adultificación. Deben responder como adultas por el hecho de ser madres, o son incapaces de hacer por el hecho de ser adolescentes; ambos juicios de valor negativos sobre ellas y sus capacidades.

Esta situación no es un hecho aislado. Desde el año 2008 el programa Jakairá (www.fundacionkaleidos.org/jakaira) acompaña a adolescentes embarazadas, a adolescentes madres y padres, y a sus hijes. En reiteradas oportunidades nos hemos encontrado con relatos que dan cuenta de situaciones de violencia obstétrica a las que se les someten durante los controles de embarazo, el preparto, el parto, la internación y el puerperio.

En la experiencia de Jakairá de tantos años de trabajo podemos afirmar que estas violencias inciden no solo en la autoestima de las jóvenes, en la relación con su cuerpo, en el vínculo con sus hijes y en sus deseos de amamantar, sino también en la referencia y adherencia a los controles de salud de ellas y sus hijes a posteriori.

Las modalidades de acción que tomamos frente a esto y que sugerimos son:

*Asesorar y acompañar a las adolescentes desde el embarazo para que conozcan sus derechos y se pueda garantizar el acceso a los mismos lo más posible.

*Fortalecer a sus referentes afectives para que puedan estar presentes, sostenerlas y brindarles información para la garantía de sus derechos.

*Prestar una escucha sensible a las adolescentes en cuanto a sus deseos en relación a sus embarazos y partos, así como a sus relatos postparto.

*Desculpabilizarlas de la violencia que pueden haber recibido. Validar sus emociones. Acompañar de cerca los primeros días luego del parto para detectar

secuelas del mismo.

*Informar sobre la posibilidad de realizar denuncias si así lo desearan, luego de haber elaborado sus vivencias.

*Fortalecer lazos con los equipos de salud y realizar seguimientos articulados de cada caso. Detectar profesionales y personal aliado, tanto en los centros de

atención primaria de la salud como en el hospital.

*Ofrecer instancias de sensibilización y capacitación para personas adultas que trabajan con adolescentes y primera infancia.

*Trabajar articuladamente de manera estrecha con puericultoras y demás referentes que fortalecen a las madres y ayudan a reforzar el vínculo con sus bebés en las primeras semanas.

 

Fuente: Fundación Kaleidos

 

 

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