No lloren por Argentina

Llegan noticias alentadoras para la libertad y la cordura económicas, y de todos los lugares posibles, de Argentina. Este país ha sido durante mucho tiempo famoso por sus pésimas políticas económicas, sobre todo por sus elevados impuestos, sus aplastantes normativas y, lo que es más tristemente célebre, sus episodios crónicos de hiperinflación. Hace un siglo, Argentina era uno de los países más ricos y de más rápido crecimiento del mundo; hoy ocupa el puesto 70 entre los más ricos. A medida que el peso se desploma en la última ronda de inflación debilitante, más y más argentinos están experimentando la pobreza.

Pero podría producirse un cambio radical. En las primarias presidenciales de agosto, el candidato Javier Milei sorprendió a todos al recibir más votos que cualquiera de los dos candidatos del establishment. En octubre se celebrará una segunda vuelta.

El programa de Milei es revelador. Quiere abolir el banco central de Argentina y sustituir el peso por el dólar. Aboga por recortes fiscales masivos para esta economía gravada en exceso. Propone atacar el gasto público con una motosierra y recortar las abultadas burocracias del país.

Se necesita una cirugía tan drástica para encarrilar a este atribulado país hacia una sólida prosperidad de libre mercado. Argentina ha sido bendecida con abundantes recursos naturales, ricas tierras agrícolas y una población educada. No hay razón para que no se convierta rápidamente en un éxito económico estelar. Un logro así sería un modelo muy necesario para un continente cada vez más dominado por gobiernos de extrema izquierda y cada vez más dictatoriales.

Después de los años veinte, Argentina fue maldecida con una mezcla letal de nacionalismo fascista y socialismo que ha continuado hasta nuestros días. Todas sus instituciones liberales anteriores fueron destruidas.

El propio Milei era de esa opinión cuando era joven, pero al observar los terribles resultados, empezó a buscar alternativas. Leyó las obras sobre el libre mercado de economistas tan célebres como Ludwig von Mises y llegó a la profunda convicción de que el capitalismo ha sido el mejor verdugo de la pobreza en la historia de la humanidad. Milei incluso ha bautizado a sus perros con nombres de economistas del libre mercado, como Milton Friedman. No se peina después de la ducha, sino que deja que lo haga “la mano invisible”, como él dice.

Aunque es un outsider de la política y miembro de la Cámara de Diputados argentina por primera vez, Milei decidió defender un antídoto radical de libre mercado para una nación con problemas como candidato del partido libertario. Los votantes están respondiendo positivamente.

Por supuesto, la clase política está horrorizada. También lo están gran parte de los medios de comunicación internacionales, que presentan a Milei como un demagogo de extrema derecha. Los verdaderos demagogos son todos los dirigentes argentinos que han llevado a este país a este lamentable estado, principalmente el general Juan Perón, que tomó el poder por primera vez en la década de 1940. Perón era un abierto admirador del dictador fascista italiano Benito Mussolini e hizo de Argentina un refugio para los criminales de guerra nazis tras la Segunda Guerra Mundial.

Si Milei sale victorioso, tendrá ventaja a la hora de enfrentarse a enemigos formidables como los poderosos sindicatos del país, empeñados en seguir por el ruinoso camino del pasado. Habrá ganado un poderoso mandato al presentar un programa económico claro.

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